"¿Por qué el cielo es azul?" Me pregunta un niño de tres años mientras atiendo a otro niño que llora porque le acaban de arrancar varios pelos. Otros están pintando con las pinturas sobre la mesa...
Poco tiempo para asimilar la pregunta y menos para contestarla, me acuerdo de Eduard Punset... pero... bufff! Lo primero que se me ocurre es preguntarle a él si le gusta el color azul. Asiente con la cabeza y añado: tal vez sea azul porque a ti te gusta el color azul. Su cara se ilumina y parece que le ha gustado mi razonamiento.
Cada niño asoma una realidad, distintas necesidades (de tipo fisiológico, experimental, emocional, filosófico...) en un mismo momento.
El niño que agrede, tal vez esté diciendo "Oye, mira, aquí estoy, hazme caso" y se exprese así, porque es el lenguaje que ha aprendido en casa...
Los niños que pintan sobre la mesa, necesitan más sitio para pintar, una pizarra, un mural, o tal vez necesiten ser contenidos en una hoja de papel que luego puedan llevar a casa y compartir con sus papás.
El niño que perdió los pelos necesita sentir el calor de una mano que entienda su dolor y lo calme a ritmo de una canción en la que los pelos vuelven a salir como flores en el campo y mirarse en el espejo y reconocer que la falta de esos pelillos no es muy notoria y que él sigue entero.
A veces el cielo cambia de color y me acuerdo de aquel niño de ojos grandes y pecosín...
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