La niña se esfuerza en asistir a clases de instrumento y repite y repite y repite hasta que el violín que tiene entre las manos suene a algo que no sea "gato enfermo"... Piano, oboe, flauta, contrabajo, guitarra clásica, violín... cuestan un pastón. El niño entretiene a los padres al que frecuentemente le recuerdan el dineral que han invertido en todo su aprendizaje musical. En sus conciertos y como recompensa un puñado de aplausos que suenan asépticos:
Clap... Clap... Clap... Clap.
¿Qué pasaría si dejásemos a los niños descubrir por sí mismos qué es el sentir y el transmitir la música? ¿Y si entretanto no les dejamos con extraños cualificados previo pago y pasamos ése tiempo con ellos?
Ah, claro, no podemos porque estamos trabajando para poder pagar los plazos del piano de cola...
Carlinhos Brown comparte su música con unos niños que no pierden detalle.
Fragmento de la película "El milagro de Candeal".
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